viernes, 9 de diciembre de 2011

Y qué mas dá el orden.

Por favor, cierra la puerta,
no enciendas las luces y pégate a mí.
Hoy quiero contárte a manos abiertas
y a ojos cerrados
lo que me hizo traérte hasta aquí.
Te lo cuento
con palabras tan ahogadas,
como mi corazón, odiado
tras las barras de mi pecho ya cansado
por no poder encontrarte.
Y no por eso te odio a tí,
incansable compañera,
pues te quiero como no he querido a nadie.
Que si por mí fuera,
cosería tus labios a los míos
para que se abrazaran nuestras miradas,
y dejar que el tiempo muera.
Pero por no saber no sé tu nombre
ni como es tu mejor sonrisa
que por no saber no sé
ni el color de tus pupilas.
Tú que quizás estés leyendo ésto
o quizás no lo leas nunca,
de saber, tan solo sé,
que no es el momento de dejarte
ni por un segundo del invierno más frío
traspasar, las barreras
de lo poco que queda
de éste,
pequeño y frágil
corazón.