domingo, 30 de septiembre de 2012

Tantos males tan deprisa, y tengo que parar para aprender a ser feliz.

Suelo acelerarlo todo por mis ganas de sentir.


Pero, ¿puedo sentir?.
Hace tiempo que mi piel, ansía inevitablemente el roce de otra piel, el roce constante de un abrazo, de alternar entre los brazos y el tacto de las sábanas, de una mano escurridiza y curiosa en el terreno de una camiseta...
Da igual cuantas veces lo intente, sigo sintiéndome vacío, da igual con quién, sigo sintiéndome solo.
Tengo que aprender a no presionar la llamada de París, ni el ritmo de dos latidos al compás de un mordisco en la oreja...
Tengo que aprender a dar los besos con el freno de mano echado, y a pedir, por favor, que me enseñen a querer.
Que el principal problema es el miedo que parte desde un beso en la mejilla, hasta que su paraíso diga que no soy suficiente.

Que la voz que quiero oír, es la suya, y no las de mi cabeza.
Que no tengo que quererte ya, que no sé si voy a poder quererte, que no tienes que quererme ya, que no tienes por qué hacerlo.
Aceptar, que tras ésto, salga bien, o salga mal, no voy a volver a ser el mísmo.
Que siento las agujas del reloj en la garganta, y sólo noto que cesan cuando no hay caminos de aire.
He vuelto a madrugar, y las mañanas a mi lado se me hacen eternas.
Que necesito emborracharme, que necesito probar lo que dije que no haría, que necesito no ser yo por un momento.
Que quiero que me quieran, y quiero querer queriendo.
Que pierdo lo que tengo, y lo que pierdo, lo pierdo a la primera.
No hay playas con mis huellas, ni hoteles con mi guitarra sonando en la terraza, que no hay bragas en la lámpara, ni dos voces en la ducha, que no hay parques ardiendo, ni cervezas por la casa.
Que se supone que todo tiene que ir a su tiempo, pero yo no tengo hora.





Tantos males tan deprisa, y tengo que parar para aprender a ser feliz.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Sonrisas de papel.

El charco hace nacer un mar dentro de la zapatilla, mi pelo deja caer gotas sobre mi cara, y yo las dejo morir entre los dientes, las manos, en los bolsillos, intentando mantener el movimiento de la circulación. Me cruzo con medias mentiras, con cáscaras humanas, con aceras abandonadas por la inocencia de un beso en la mejilla, y parques que, por su localización, nunca vivirán el roce de dos cuerpos jóvenes y enamorados con ganas de tenerse.
Ya van tres pestañas menos, debo estár quedándome sin ellas. "Que todo funcione" pienso antes de soplar la tercera. Otro deseo más.
Veo la caída desde una mampara de cristal cercana a la valla de un puente. Vaya vistas, pienso, seguro que a ella le encantarían.
Dejo pasar el día entre dudas y dolores de garganta y oídos. Subo al bus, dirección vuelta a casa, y mientras miro su foto, me pregunto qué me depara el futuro, si ella está en él, o nuestras tripas, se olerán, y echarán a correr.
Miro a la derecha y veo a una de las pocas personas que considero amigo, miro hacia atrás, y veo a una chica con la que compartí horas hace tiempo.
Por qué se me hará tan difícil encajar, por qué siempre me siento distante a todo, y siempre pienso que todos utilizan una máscara conmigo, que en realidad nadie me soporta, y que mi futuro será ir saltando de brazo en brazo, de amigo en amigo, de caricias en caricias... Esperando a que se agote el tiempo que tengo con cada persona hasta que se da cuenta de que no merezco la pena.
Bajo del autobús y entre las gotas de lluvia escribo a duras penas un mensaje a una amiga, la cual sólo intenta animarme, y a la que yo se lo agradezco de todo corazón.
- Vamos Javi, qué coño te pasa, tienes casi todo ahora mísmo, mañana tienes un sábado perfecto, tienes amigos y amigas que te apoyan y te quieren, de qué cojones te estás quejando - Me dice el espejo del salón.
Yo, no puedo hacer más que agachar la mirada y meterme en mi cuarto.
Abro la litera, desengancho las cuerdas, me quito la ropa, y me tumbo.
La cama está fría, así que me tapo con el edredón.
Miro hacia el lado, y veo lo bien que podríamos estár juntos tumbados aquí.
Tú, siempre cansada, dormida a mi lado.
Yo, siempre curioso, buscando con caricias tu pulso por la tripa.
Vuelvo a la realidad.
Ambos aún no sabemos nada, no debería montarme éstas historias cuando ni siquiera sabemos si queremos vivirlas.
Me bajo de la litera y pongo una canción para animarme, me tomo un par de pastillas y vuelvo a construir una sonrisa falsa.
Total, ya no se me hace difícil.

martes, 25 de septiembre de 2012

Pongamos que hablo de Madrid... en tus ojos.


Hoy hace viento en Madrid. Noto cada golpe del aire, que me levanta la chaqueta, como si me desarmase. La dejo caer de los hombros arrastrada por la mochila, como cuando separo de mi cuerpo mi armadura ante la primera palabra tierna que me dices.
Lo difícil no es ser una burbuja, lo difícil es ser capaces de dejar de serlo, para hacer una juntos.

Algo en mi piel, me dice que en cuanto te vea dejaré de pensar en todo lo malo que puede pasar, y en mis ojos no cabrá más que tu imagen reflejada. Algo en mi cabeza, me dice que somos demasiado distintos, a pesar de ser iguales. Reconozco que estoy asustado. Tú tienes tu mundo, y en tu mundo no me necesitas, ni necesitas alguien como yo. Te mereces algo mejor, alguien que te haga feliz, y yo no puedo.

No quiero experimentar el camino más fácil del amor con tu imagen en mi cabeza, te quiero a ti. Recordándome todo eso que hace tanto tiempo que no siento, y ayudándome a no tropezar con los miedos
que me chillará tu ropa en el momento en el que toque el suelo, con las dudas que me morderán cuando, por un roce casual del tránsito de la gente, se rocen nuestros dedos.

Entiendo, que tu pelo es libre de apoyarse en el pecho que él quiera, que tus ojos, son independientes de mirarse en los que gusten, y que tus pasos, siempre estarán dispuestos a separarse de mi.

Quiero vernos morir un poco más con cada despedida, y nacer de nuevo con cada "-Te quiero - Y yo a ti."

Pero siento que apostar mis besos al número par de la ruleta de tu espalda, es inútil, porque siempre habrá otros mejores dispuestos a perderlo todo al rojo de tu pelo. Quizás no tanto como yo, pero tal vez suficiente para ti.
Sé que el tiempo hace rozadura, y que por mucho que nos abracemos, todo termina, pero quiero ponerle tu nombre a mil canciones, y recordarte en cada escenario como algo que me devolvió la vida.

No sé lo que es escucharte a tres centímetros de mi boca, ni hablarte delante de un café. No sé lo que es sentirte agarrada a mi cuerpo, y oírte decir que estás feliz de verme. No sé lo que es cantarte, ni dibujar tu nombre al lado de un corazón en una hoja de cuadros. Tampoco sé lo que es mirarte más allá de las pupilas de cristal en la pantalla. No sé lo que es besarte mientras la lluvia nos empapa. Ni sé lo que es abrazarte veinte segundos antes de soltarte en la estación. No lo sé, por tanto, no voy a decir que te quiero, no pienso decir que te necesito, y no pienso ocupar el lado débil de la cama. Pero ten claro, que estoy deseando saberlo.









jueves, 20 de septiembre de 2012

Ni siquiera ella.

Y su piel, la de versos que me dijeron sus poros..
Y sus manos, gobernando el ejército de escalofríos
que subian por mi espalda, dispuestos a invadirme.
Sus labios, la de besos que robé a cambio
de pedirle la reventa.
La cascada de mordiscos que desembocaba en su sexo.
El jugar al escondite por la cama con los dedos de sus pies.
Y rendirme al pilla pilla con sus abrazos.
El espejo que la veía peinarse todas las mañanas.
Y la alfombra en el suelo que la despeinaba
cuando yo me despertaba.
El surco que quedó de naufragar tu pecho.
Y el plano aéreo del techo viéndonos dormir.
Mis ronquidos, tus palabras a ojos cerrados,
las manos entrelazadas sin que nos diésemos cuenta.
Las horas clavadas como cristales en las uñas
que pedían un ratito más en el sofá, tumbados.
Su culo desde lejos, diciéndome adiós.
Su pelo, que gritaba que ya nos veríamos.
Sus ojos, diciéndome por última vez, que debía sonreír más.

Y entonces, me di cuenta, de que hasta la desconocida me había abandonado.



domingo, 16 de septiembre de 2012

Si Gran Vía fuese un tobogán de besos.

Si pudiésemos morder nuestros miedos, si pudiese meterme en tu cuerpo junto al ruido que genera un beso, y arrancarte de las entrañas todo lo que nos impide saltar de cabeza a la piscina de tu pecho, sin preocuparnos de caer mal, y hacernos daño.
Si pudieses hacerme creer que nadie se meterá entre nosotros, porque no están a mi altura, y hacerme no dudar de todo lo que hago... Si pudieses...

Si tu piel, no necesitase más que estár cerca de la mía, si mis dedos, tuviesen como mayor afición perderse por tus recovecos...
Si me enseñases a quererte, si me ayudases a luchar contra mis instintos, contra los relojes que dicen que se me está escapando la vida, contra todos los expertos del corazón que me dan consejos que ellos no siguieron en su momento...
Si Gran Vía fuese un tobogán de besos, y Callao hablase para pedirnos que volviésemos a bajar una y otra vez.
Si al mirarte, mis ojos brillaran como cuando de pequeño ibas a comprarte un juguete nuevo.
Si al mirarme, vieses en mis ojos todo lo que encierran, y quisieses vivir en el parque de atracciones de mis labios...
Si tu ropa interior me clavase las uñas a la vez que me dice te quiero...

Pero a pesar de todo, somos dos cubitos de hielo que anhelan el calor del otro, pero tienen miedo de terminar derritiéndose.




domingo, 2 de septiembre de 2012

Algún día tendrás nombre.

-¿Me abrazarías?
- Pues claro.
-¿Sólo eso?. ¿Soy lo primero que ves al despertar, y sólo me abrazarías?
-Tienes razón, tras abrazarte desayunaríamos besos en la ducha, luego, un café
con esencia de tu espalda en la alfombra, y para terminar, un mordisco en el cuello.
-¿Y ya?
-No, saldríamos a comer fuera, a un restaurante con clase, nada de tonterías.
-¿Un KFC?
-¡Pues claro!. ¿Lo dudabas?. Más tarde, te compraría una de esas rosas 
que vende el chino en la puerta del Corté Inglés, que siempre me ha dado mucha pena.
En el autobús, me dedicaría a jugar con tu pelo todo el camino. Iríamos al cine, 
a ver una romántica con la que ganaría algunos mimos a la hora de dormirnos de nuevo.
Al salir de éste, haría el idiota con el cubo de palomitas en la cabeza, sólo para sacarte una sonrisa.
Y al llegar a casa, hacemos la cena juntos.
-¿Dos cervezas, patatas y aceitunas?
-Sí, pero con los cuencos transparentes, esos tan "cool". Y para terminar, te cantaría unas canciones en la terraza, y luego hablaríamos en la cama hasta que te duermas.
-Pero Javi, no tenemos terraza.
-Ya. Ni tú y yo nos conocemos todavía.