martes, 25 de septiembre de 2012

Pongamos que hablo de Madrid... en tus ojos.


Hoy hace viento en Madrid. Noto cada golpe del aire, que me levanta la chaqueta, como si me desarmase. La dejo caer de los hombros arrastrada por la mochila, como cuando separo de mi cuerpo mi armadura ante la primera palabra tierna que me dices.
Lo difícil no es ser una burbuja, lo difícil es ser capaces de dejar de serlo, para hacer una juntos.

Algo en mi piel, me dice que en cuanto te vea dejaré de pensar en todo lo malo que puede pasar, y en mis ojos no cabrá más que tu imagen reflejada. Algo en mi cabeza, me dice que somos demasiado distintos, a pesar de ser iguales. Reconozco que estoy asustado. Tú tienes tu mundo, y en tu mundo no me necesitas, ni necesitas alguien como yo. Te mereces algo mejor, alguien que te haga feliz, y yo no puedo.

No quiero experimentar el camino más fácil del amor con tu imagen en mi cabeza, te quiero a ti. Recordándome todo eso que hace tanto tiempo que no siento, y ayudándome a no tropezar con los miedos
que me chillará tu ropa en el momento en el que toque el suelo, con las dudas que me morderán cuando, por un roce casual del tránsito de la gente, se rocen nuestros dedos.

Entiendo, que tu pelo es libre de apoyarse en el pecho que él quiera, que tus ojos, son independientes de mirarse en los que gusten, y que tus pasos, siempre estarán dispuestos a separarse de mi.

Quiero vernos morir un poco más con cada despedida, y nacer de nuevo con cada "-Te quiero - Y yo a ti."

Pero siento que apostar mis besos al número par de la ruleta de tu espalda, es inútil, porque siempre habrá otros mejores dispuestos a perderlo todo al rojo de tu pelo. Quizás no tanto como yo, pero tal vez suficiente para ti.
Sé que el tiempo hace rozadura, y que por mucho que nos abracemos, todo termina, pero quiero ponerle tu nombre a mil canciones, y recordarte en cada escenario como algo que me devolvió la vida.

No sé lo que es escucharte a tres centímetros de mi boca, ni hablarte delante de un café. No sé lo que es sentirte agarrada a mi cuerpo, y oírte decir que estás feliz de verme. No sé lo que es cantarte, ni dibujar tu nombre al lado de un corazón en una hoja de cuadros. Tampoco sé lo que es mirarte más allá de las pupilas de cristal en la pantalla. No sé lo que es besarte mientras la lluvia nos empapa. Ni sé lo que es abrazarte veinte segundos antes de soltarte en la estación. No lo sé, por tanto, no voy a decir que te quiero, no pienso decir que te necesito, y no pienso ocupar el lado débil de la cama. Pero ten claro, que estoy deseando saberlo.









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Vamos, no te cortes, como si estuvieras en tu casa.