domingo, 28 de abril de 2013

Febrero no sólo traerá escarcha en la garganta, no sólo verá a la lluvia estrellarse en la ventana.

No volveré a bajar las calles que bajo todos los días, no volveré a mirar la punta de mis pies caer desde la litera, no sonará el despertador, agonizando por las llamadas perdidas frente al espejo del baño.
No me veré reflejado en la puerta del autobús, esperando que me abra para dejar, mientras dormito, mi vida en sus manos. Ya no será la voz de un amigo la que diga "buenos días" a las siete de la mañana, ya no quedará nada.
Ya no volveré haciendo el mismo recorrido, cansado por el roce de las horas y la falta de sueño, dando bocanadas a los minutos perdidos sobre la mesa. Ya no habrá un cuerpo desconocido que un día fue protagonista, ni las risas a costa de ciertas personas. No habrá miradas falsas, ni platos de comida fríos, no habrá que agachar la cabeza, ni contaminación cardiaca, ya no quedará nada.


martes, 9 de abril de 2013

Planeta-Sol12

Cuando la vi por primera vez yo no estaba haciendo nada especial. No suelo hacer nada especial. Quizá estaba construyéndole un castillo en el aire, o pintándole un atardecer con los colores equivocados. Ya no lo recuerdo. Recuerdo mirarla. Mirarla. Mirarla. La miré tantas veces que cada sonrisa que esbozaba parecía distinta. Por aquel entonces yo era un papel arrugado, como un poema de amor que no llegó a terminarse. Ella era un sol. Un sol de color rojo que planeaba por Callao y preguntaba dónde quedaba la estación al otro mundo. Al que no duele. Al que todos van, pero del que nadie ha podido volver. No entendía sus motivos, qué iba a saber yo, una hoja medio rota y estropeada. Al conocernos, me avisó de que me quemaría, y me contó que no siempre fue fuego, que hubo un tiempo en el que habitaba congelada. Y que si me quedaba, sufriría su mismo destino. No me importaba, me había cansado de vagar entre manos que tras verme imperfectivo me devolvían al suelo tal y como me encontraron. No puedo contaros lo que sucedió desde que probé a tocarla con uno de mis extremos. El dolor fue tanto, que no conozco las palabras que lo describan. Noté aquel fuego que no era más que heridas ir quemando los cuadros de mi papel. Me vi entre llamas mientras ella repetía: lo siento, lo siento, lo siento mucho. A ella le encantaba el poema que llevaba escrito a la mitad. Esos versos que yo siempre detesté desde el principio. Esas letras que se hicieron ceniza ante ese poderoso sol rojo. Los trozos negros de la hoja se desprendían poco a poco. Y ella, estaba tan ocupada pidiéndome perdón, que no se dio cuenta de que era lo que yo necesitaba, arder, borrarme, morir. Yo ya no era un poema, y nunca volvería a serlo. Yo era parte de ese sol. De mi sol. Cuentan que ella fue la causa de mi muerte, y no saben, que no estoy muerto, sino que vivo a miles de años luz, donde no habitan ni las estrellas. Soy el satélite de un planeta-sol inmenso en el que siempre, para siempre, vivirá el final de aquel poema que nunca llegó a escribirse.