miércoles, 29 de mayo de 2013

.

Nadie debería verte así. Nadie que no lo merezca.
Fuera de tus casillas. Perdido. Como un gato que araña porque no ve la salida. Porque si lo haces, si dejas que vean el hueso bajo la piel, si dejas que vean el color de tu sangre o cómo pierdes tu propio control... será cuestión de tiempo que se pregunten qué más puedes llegar a hacer. Y ese, desgraciadamente, no es el problema, el problema es que te lo preguntes tú. Que te asustes. Que te mires y haya días que no puedas aguantarte la mirada. Que te busques en los cristales del tren y desees no tener reflejo. Que no te conozcas. Entonces sólo serás una botella llena de agua hasta el límite, cerrada por el tapón, esperando a que su propia congelación haga que sus paredes se resquebrajen, viendo como deja de ser lo que fue antes de empezar el frío. Notar la escarcha dentro, luego los pedazos cada vez más grandes de hielo, más tarde ya no podrá moverse, terminará dejando los restos de lo que fue esparcidos por la superficie del espacio que la resguardaba del calor.

Crack... Tres, dos, ...crack, uno...

domingo, 26 de mayo de 2013

Lluvia de estrellas en Madrid.

Un tren se le mete entre las costillas a la estación. Los andenes brillan con el rebote de las estrellas en los cristales del techo. Todo el mundo corre de un lado para otro, dándose besos, abrazándose, jurándose que si la vida les diese una segunda oportunidad, volverían a conocerse, y se volverían a engañar, volverían a ser como placas tectónicas que chocan haciendo el amor. Los parques están llenos de ancianos compartiendo la última sonrisa, la última caricia, el game over. La soledad hoy se reparte por partida doble si a tu lado sólo hay restos de lo que nunca fuiste y ni siquiera tienes una mano a la que preguntarle qué hiciste mal. El agua se levanta como si la gravedad fuese sólo un domingo sin película y palomitas, y se convierte en un ser homogéneo con las estrellas.
Pero dentro de la estación de trenes no hay nadie, sólo yo, y aún puedo ver el eco de las despedidas antes del cierre de las puertas, las notas de suicidio cayendo al suelo antes de saltar, las maletas llenas de esperanzas de una vida mejor, las escaleras mecánicas y las luces apagadas, y el suelo encendiéndose con cada golpe de cristal. Las puertas se abren, el tren baja la velocidad, pero no para, no todos se paran a esperarte. Subo de un salto e intento mantener el equilibrio, y aunque fallo, consigo agarrarme a la barra de seguridad. Oigo como se cierran las puertas tras de mi. Al salir de la estación, los ruidos continúan contra el cableado eléctrico del tren, y puedo ver la ciudad corriendo en dirección contraria desde la ventana. Aquí no hay nadie. Siempre supe que terminaría solo, construyéndo y tirando castillos de arena, sin nada de que hablar, sin nadie con quien recordar lo que era respirar a centímetros, siempre supe que yo nunca podría ir acompañado cuando llovieran estrellas.
Ojalá pudiese verla a ella con esa forma de andar que se podría considerar andares de un pato modelo, con su forma de reír como si escondiese la luna entre los labios, con sus ojos que llevaban risas en cada tic tac del minutero del reloj, con su voz, ojalá hoy pudiese escuchar su voz...Y ahora, en la más infinita y plena soledad, me veo escrib

- Toma, te he cogido una.

Y sonreí.

sábado, 11 de mayo de 2013

Deserté.

Si consideramos que nuestros abrazos fueron sacos de hielo a la sien...
Si hablamos de que tú siempre mirabas a los labios porque no te atrevías a mirarme a los ojos...
Si contamos que nunca fuiste más que media persona...
Si decimos la verdad...

Igual te conocen. Y saben de ti. Pero eso no te conviene. No te conviene que sepan que tu feria son atracciones rotas, globos pinchados y pistolas de agua que disparan barro. Que te pesa la conciencia como quien arrastra un camión con los párpados. Que te huele el aliento a tierra y sangre. Tierra que haces comer y sangre que derramas a tu paso. Que cada vez que pisas un azulejo, éste imagina la carrera hasta tu entrepierna, pero si sigue más allá, si sube hasta el pecho, se retuerce en el suelo y suplica no ser nunca más pisado por ti. No te conviene que lleguen saber que la reina de este circo está vacía. Que tus leyes son mentira, y que tus mentiras, son la única verdad -a medias-
Eres trozos de parche de otros seres. Crees ser única, una especie en extición -y sois demasiados-, y la extinción de tu especie es lo que realmente necesitamos.

No me consideres soldado de la guerra que comienzas cada vez que abres la boca. Deserté de la mía. Encontré una forma mejor de vivir. Y no te incluía a ti. Sólo quiero darte un consejo. Cuando estés sola, realmente sola, sólo quedarás tú y lo que has construido dentro de ti. Que no te pille por sorpresa.

jueves, 2 de mayo de 2013

Pretérito perfecto complejo.

Hoy es hoy. Hoy es hoy y no ayer.

Ayer conocí otros cuerpos. Ayer supe de otras voces. De aliento de cristal en los labios. Supe de amor de alquiler y de amor público. Besos, caricias, abrazos, tan inútiles como bolitas de humo. Errores. Supe de equivocarme y de ver en su ombligo un precipicio sin fondo en el que despedazarme. Supe de sus espaldas afiladas y de sus espadas que atravesaban porque no sabían cortar. Supe de Madrid con letras borrosas. De mis manos temblando. De charcos inagotables entre las pestañas. Supe, ayer lo supe.

Hoy sé que nunca he sabido tanto. Nunca he sabido tanto hasta que ella supo de mi. Y me enseñó que en su ombligo no había precipicios, sino ciudades en las que habitarían las pelusas del mío. Nacidas de los pude y no hice. Que sus ojos fueron mares, mares que sequé y sacaron a flote tesoros escondidos. Que su espalda no era una hoja que rajase mi pecho al tropezar. Encontré manantiales desde sus hombros hasta la mitad del cielo. Hoy sé, que las heridas anteriores nunca llegarán a ser como ella. Que yo no fui el mismo que soy hoy. Que su huella en el cemento fresco de mi puerta, es lo que ha quedado grabado. Sé que nadie sabe más de lo que escondo entre los huesos que ella. Que todos los ayer que crean saber más que el hoy, están equivocados.


Hoy es hoy. Hoy no es ayer. Y yo seré el pretérito perfecto complejo de una sonrisa de diecinueve años.