jueves, 2 de mayo de 2013

Pretérito perfecto complejo.

Hoy es hoy. Hoy es hoy y no ayer.

Ayer conocí otros cuerpos. Ayer supe de otras voces. De aliento de cristal en los labios. Supe de amor de alquiler y de amor público. Besos, caricias, abrazos, tan inútiles como bolitas de humo. Errores. Supe de equivocarme y de ver en su ombligo un precipicio sin fondo en el que despedazarme. Supe de sus espaldas afiladas y de sus espadas que atravesaban porque no sabían cortar. Supe de Madrid con letras borrosas. De mis manos temblando. De charcos inagotables entre las pestañas. Supe, ayer lo supe.

Hoy sé que nunca he sabido tanto. Nunca he sabido tanto hasta que ella supo de mi. Y me enseñó que en su ombligo no había precipicios, sino ciudades en las que habitarían las pelusas del mío. Nacidas de los pude y no hice. Que sus ojos fueron mares, mares que sequé y sacaron a flote tesoros escondidos. Que su espalda no era una hoja que rajase mi pecho al tropezar. Encontré manantiales desde sus hombros hasta la mitad del cielo. Hoy sé, que las heridas anteriores nunca llegarán a ser como ella. Que yo no fui el mismo que soy hoy. Que su huella en el cemento fresco de mi puerta, es lo que ha quedado grabado. Sé que nadie sabe más de lo que escondo entre los huesos que ella. Que todos los ayer que crean saber más que el hoy, están equivocados.


Hoy es hoy. Hoy no es ayer. Y yo seré el pretérito perfecto complejo de una sonrisa de diecinueve años.

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