sábado, 11 de mayo de 2013

Deserté.

Si consideramos que nuestros abrazos fueron sacos de hielo a la sien...
Si hablamos de que tú siempre mirabas a los labios porque no te atrevías a mirarme a los ojos...
Si contamos que nunca fuiste más que media persona...
Si decimos la verdad...

Igual te conocen. Y saben de ti. Pero eso no te conviene. No te conviene que sepan que tu feria son atracciones rotas, globos pinchados y pistolas de agua que disparan barro. Que te pesa la conciencia como quien arrastra un camión con los párpados. Que te huele el aliento a tierra y sangre. Tierra que haces comer y sangre que derramas a tu paso. Que cada vez que pisas un azulejo, éste imagina la carrera hasta tu entrepierna, pero si sigue más allá, si sube hasta el pecho, se retuerce en el suelo y suplica no ser nunca más pisado por ti. No te conviene que lleguen saber que la reina de este circo está vacía. Que tus leyes son mentira, y que tus mentiras, son la única verdad -a medias-
Eres trozos de parche de otros seres. Crees ser única, una especie en extición -y sois demasiados-, y la extinción de tu especie es lo que realmente necesitamos.

No me consideres soldado de la guerra que comienzas cada vez que abres la boca. Deserté de la mía. Encontré una forma mejor de vivir. Y no te incluía a ti. Sólo quiero darte un consejo. Cuando estés sola, realmente sola, sólo quedarás tú y lo que has construido dentro de ti. Que no te pille por sorpresa.

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Vamos, no te cortes, como si estuvieras en tu casa.