miércoles, 25 de julio de 2012

Como siempre

Siguiente estación: Sol.
Me bajé de esa caja de sudor llamada Metro de Madrid, como uno más entre todos, mismas miradas vacías, mismos empujones para salir, mismas aglomeraciones de personas con sus historias, sus vidas, sus penas y sus alegrías...

Nada era distinto a otras veces, era como siempre, con mis cascos, esquivando codazos y resentimiento en los hombros de la gente que caminaba en dirección contraria a la mía.

De repente, una mirada femenina de ojos claros destacó sobre todas las demás. Mi impresión fue tanta, que mis instintos me hicieron seguir a aquella chica, intentando darme valor cada 5 segundos para hablarla y presentarme. En los varios minutos que andamos no se dio cuenta de que iba tras ella, o eso creía yo. Al fin, se sentó en una cafetería y pidió una Cocacola. Yo, me senté en un bordillo cercano, con mi guitarra a cuestas y la música aún sonando, lo dicho, como siempre. La miraba, la miraba mucho, quizás demasiado, y me preguntaba cómo acercarme sin hacerla sentir incómoda, me avisé mil veces que dejarla escapar sería el mayor error de mi vida, que esa era la dueña de mi cama, la que sustituiría los abrazos a la almohada.

Cada trago a esa Cocacola la alejaba más de mí, y yo ahí seguía, pensando en todo lo que podía hacer para hacerla feliz. No entiendo que pasó a continuación, pero me quité los cascos, volviendo al sonido del transcurso de la Gran Vía, y me acerqué a aquella cafetería. Pagué su bebida y fui hacia ella.

-Sé que es difícil confiar en un desconocido, pero dame la mano, por favor, y vamos a dar una vuelta. Le dije.

Miró la bebida como pensando que no podía irse sin pagar.

-Tranquila, ya está pagada- Afirmé.

Me dió la mano y me preguntó:
-¿Dónde vamos?
-Donde no sea raro que un desconocido te pague la cuenta y te pida que le des la mano, supongo- Sonreí
-Eso va a ser difícil- Sonrió

No sabría explicaros lo que fue esa sonrisa, fue un beso cuando lloras por no saber quien eres, fue querer quedarme a vivir en su ombligo, hacer trinchera en su pecho contra todos esos putos miedos que nos joden la vida.

Llegamos hasta los Jardines del Palacio Real, durante ese trayecto, nos limitamos a mirarnos de vez en cuando, sin soltarnos la mano, y nos sentamos allí.

-Siento si te he asustado- Le dije mirando al suelo.
-Mírame a los ojos tolai, llevas haciéndolo desde que has salido de la estación, ¿Crees que no me había dado cuenta?.

Por típico que os suene, me había puesto como un tomate.

-Yo también te miraba, no me voy con cualquiera- Dijo.

En ese momento en mi pecho había un solo de batería, pensaba que reventaba.

-Anda, ¿Tocas la guitarra?- Soltó rompiendo el silencio.
-Hmpf- murmuré
-Va, cantame una canción.- Me ordenó dulcemente.
-Me da vergüenza- Admití.

Ella sacó la guitarra de la funda y me la dió.

No tienes excusa- Dijo con su perfecta media luna.

Toqué y canté con el pulso a mil y la voz cortada esa canción de ese cantautor que siempre pensé que cantaría a la que sería mi futura chica, esta vez estaba más que seguro de que ella lo era.

A diferencia de lo que pensé que iba a pasar, se emocionó, y entre cervezas, mantas, palomitas y mimos llegamos a lo que somos hoy.
Estoy tumbado en la cama y ella está a mi lado, noto su aliento en mi cuello y su cara apoyada en mi pecho, es tan perfecta... Demasiado bonita para ser real.

...

Y la realidad es que sí, estoy tumbado en la cama, pero ella no está, y ésto nunca llegó a pasar, porque estoy seguro de que cuando sus ojos buscaban los míos... Yo iba mirando al suelo...Como siempre.


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Vamos, no te cortes, como si estuvieras en tu casa.