jueves, 10 de enero de 2013

Parada cardioeléctrica.

Sólo podía mover los ojos hacia ambos lados, y la vista no me daba para ver nada más que ruinas. "¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿En que punto de mi vida dejé entrar al recibidor de mi alma a quien no debí?" Esas preguntas repiqueteaban con sus afiladas uñas en mi cerebro. Miré hacia mi interior, en un intento de buscar energía, pero estaba seco. Ni tan siquiera quedaba en la reserva. Decidí apagarme. Durante mi descanso, noté el frío que produce la soledad cuando ella tampoco sabe con quién hablar. Las ratas seguían dando vueltas entre mis cables y, de vez en cuando, venían ciertos nombres con un par de pilas. Esa energía me mantenía vivo, pero no me ayudaba a levantarme. Tras unos meses de letargo entre unos escombros firmados a mi nombre, algo cambió. Oí sus pasos, dudosos, como si dijesen "¿Hola? ¿Me dejas pasar?" y así lo permití. No podía acertar a levantarme y verla, pero confié en su voz, en la forma en la que le temblaban las piernas, en su yo que sé, que qué se yo. Puso la mano sobre el cristal empolvado del casco de mi dañada armadura, movió la mano de un lado a otro, apartando la suciedad. Dio un par de golpecitos al cristal y preguntó: "Ey, ¿hay alguien ahí?" No contesté. Abrió el casco y como si hubiese leído lo que pedía, se acercó a mi boca y me besó.
Noté como la electricidad volvía a recorrer mis circuitos, subía desde la punta de los dedos, y al llegar a ambos hombros, se dispersaba por el cuerpo como fuegos artificiales. Me levanté y salí corriendo asustado, y permanecí escondido un tiempo. Ella no desistió, se sentó a mirarme y a esperar. Salí asustado, como siempre, y me senté delante de ella. Me sentía bien, por primera vez en mucho tiempo, estaba a gusto en un sitio. Me abrazó, y noté como toda su luz devolvía a mi cuerpo un motivo suicida por el que quedarme. Aprendimos a estar juntos, aprendimos a compartir las ruinas, y a reconstruirlas poco a poco. Ambos sabemos que no somos eternos, al menos no físicamente, pero, puedo escucharme latir, puedo ver como se hace de día, puedo notar los destellos y calambres casi imprescindibles del motor de mi pecho, puedo abrir los ojos, puedo levantarme. Estoy vivo.

1 comentario:

  1. Madremia, pedazo entrada! Me encanta como escribes pero aun me gusta mas como cantas, tienes mucho futuro... no cambies nunca!
    Un besoo;)

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Vamos, no te cortes, como si estuvieras en tu casa.