lunes, 1 de octubre de 2012

Noches de cintura.

Llovía. Las gotas fueron mi despertador de madrugada. Abrí los ojos, y me encontré con su pelo sobre la almohada. Estaba acostada de lado, por lo que veía perfectamente la línea que dibujaba su columna vertebral perderse bajo el edredón. Me incorporé e intenté sin éxito alcanzar el móvil para ver la hora. Me destapé, y conseguí agarrarlo. Las tres. Lo dejé y bajé de la cama, mi boca estaba en reserva de saliva, necesitaba beber algo. Bajé a la cocina, ya que ese fin de semana no había nadie más en casa. Abrí la nevera y saqué una botella de agua fría y un paquete de jamón york. Es curioso el hambre que tengo a veces de repente. Di varios tragos a la botella y me comí un par de lonchas de jamón. Después, llené un vaso de agua y lo subí a la habitación. La moví el pelo con los dedos y la di un beso en la mejilla.
- ¿Quieres agua?
Movió con un gesto afirmativo la cabeza. Tras beberse el vaso de agua, lo dejé en la mesa y subí a la cama.
Me tapé con el edredón, ya que estabamos semi desnudos, y hacía frío. Noté sus manos abarcando el terreno de mi tripa hasta trazar un semicírculo sobre mí, y apoyó la cara sobre el hueco que hacía mi hombro al poner la mano bajo ella, y meter dos dedos en el lateral de sus bragas.
Pasaron unos minutos y yo seguía conversando con mi imsomnio, a diferencia de que ésta vez, no estaba sólo en el colchón. En mi espalda quedaban las marcas de sus uñas, que arrastraron consigo algunas cicatrices pasadas, y me escocían al apoyarme sobre ellas. Un dulce y mínimo dolor.
Disfruté de cada segundo que marcaba su respiración. Me pasé las tres horas restantes dibujando garabatos donde terminaba su espalda.
Ella, aún en sueños, se estremecía con cada paso de mis yemas, y contraía los dedos de los pies.
A las seis de la mañana conseguí caer dormido aproximadamente dos horas.
A las ocho, me levanté y preparé dos Cola Cao y dos zumos de naranja.
Metí un dedo en el mío, todavía sin azúcar, y subí a despertarla. Le rocé los labios con el dedo mojado, y puso la mísma cara que un bebé al probar la cantidad cítrica de un limón. En ese momento, la besé, y su expresión fue borrada por una sonrisa.

- ¿No me traes el desayuno a la cama? - Me dijo.
- Sí claro, para que lo pongas todo perdido - Contesté entre risas.

Me bajé de la cama y la hice un gesto para que me acompañase. Justo al tocar el suelo, puso sus manos en los lados de mi cara, y me devolvió el beso, terminándolo en un mordisco en el labio inferior.
Bajamos y compartimos el desayuno entre cereales, galletas, manchas de chocolate en la nariz y dibujos en la tele.
Luego, se dió una ducha, en la que aproveché y le pedí que compartiesemos el agua caliente. Aceptó con otra media luna, y un lunar de Cola Cao en la nariz. Nos vestimos después, y la acompañé hasta el metro.
Volvimos a besarnos y nos recordamos lo que nos importabamos.
Luego, se fué.
Aún recuerdo sus ojos girándose y diciéndome "Sé que me estabas mirando el culo".

 

2 comentarios:

  1. Me enamoro de tus historias, de cómo escribes, de las cosas que dices...de alcoholenlasheridas.

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  2. Siento tardar tanto en responder los comentarios. El blog no me avisa de éstos. Muchas gracias, Cris. Un beso. :)

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Vamos, no te cortes, como si estuvieras en tu casa.