sábado, 6 de octubre de 2012

Ventana al polo norte.

Abrí los ojos y la ventana. Quería sentir el frío.
Me tapé con el edredón hasta la cabeza y saqué un pie por una de las esquinas, dejé que entrara el aire.
Y así fue, pasó entre los dedos de mis pies, se entretuvo en la rotonda de mis tobillos, subió lentamente por la pierna y se coló por mi pantalon corto, subió pasando la curva que dibujaba mi tripa tras mi sexo, rodeándome completamente por debajo de la camiseta, me fue escarchando cara poro de la piel, era una mañana de un invierno en pleno invierno, escribió una caricia en mi pecho antes de llegar a mi cuello y darme una bocanada de hielo hecho aire.
Empezaron a baliar al ritmo de semicorcheas mis pies, luego mis piernas, el torso, las manos...
Me rodeé a mi mísmo con los brazos intentando generar calor propio y luchar contra el bajo cero de la capa que cubría mis músculos.
Solté el aire de mis pulmones a la mísma velocidad que un globo aeroestático pinchado en lo más alto de su viaje, y lo recuperé con el choque de los dientes inferiores y los superiores al compás de mi labio temblando.
- Qué frío hace - Murmuré.
Y entonces, ella, me abrazó.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Vamos, no te cortes, como si estuvieras en tu casa.