martes, 11 de diciembre de 2012

No sabíamos a dónde huir.

Notaba sus dedos sobre mi piel, subían y bajaban por mi espalda como si dibujasen ciudades.
Me giré, la busqué, arrastré las uñas arrancando a su paso las sábanas hasta dar con su ella.
Maté los centímetros que nos separaban y fingió volverse loca.
Tiró de la manta que caía al borde de nuestro mundo y nos la echó por encima.
Y ya parado frente a sus ojos, se acercó y me mordió el labio inferior, noté su vida en mi boca.
Enredó sus brazos a mi alrededor para impedirme la salida, y cosió su voz a mis pestañas.
No sabíamos a dónde huir, y decidimos quedarnos. 
Y nos echamos a reír... Y a reír... Y a reír.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Vamos, no te cortes, como si estuvieras en tu casa.