martes, 28 de agosto de 2012

Carta de agradecimiento.

Me froto la cara con ambas manos, en un intento
de sentirme menos vacío.
Doy un trago a una botella de agua caliente
que hay en la mesa, al lado del plato de la cena de ayer
y un vaso volcado junto al móvil en silencio.
Me voy al baño de mi habitación, abro la puerta
apoyo las manos en el lavabo y abro completamente los ojos
por primera vez ésta mañana.
Debería quererme más, o eso me dicen todos.
Subo la mirada desde el suelo hasta el espejo
y dejo que el azul y el verde de mis ojos se mezclen
al contacto con la luz.
Me paso el día tirado en el sofá, con la mayor aspiración
de llegar a la cama sin aterrizar contra el suelo.
Doy vueltas a lo que ya le he dado vueltas,
y sigo sin encontrar que falla, hay demasiados problemas
en mi cabeza, y ni siquiera me apetece hablar de ellos.
Vuelvo al espejo otra vez, nada ha cambiado,
quizás un poco más de ojeras por el transcurso 
de las horas y la falta de descanso.
¿Por qué soy así?
¿Por qué coño soy así?
¿De verdad mi virtudes contrarestan mis defectos?
Y de ser así, ¿Cuáles son esas virtudes?.
Dios, ésto es una mierda.
Me siento en la silla, la puta mísma silla
en la que dejo pasar las horas frente al mísmo ordenador.
Un mensaje en twitter y un comentario en el blog, 
casi consiguen animarme.
Tras ver su nombre en twitter, supe quién es.
La contesto cordialmente y de forma simpática, como suelo hacer
siempre que alguien me dice su opinión respecto a mi blog,
a mis videos, o a cualquier cosa que haga.
Casualmente, hoy había arreglado el monitor, y veía los colores bien,
dentro de lo que me permite mi daltonísmo, claro está.
Al abrir su perfil, y ver su foto, hubo algo que me congeló.
Sus ojos, verdes, los ojos verdes más bonitos que había visto en mucho tiempo.
Sonreí. Apagué el ordenador, abrí la litera, me acosté en mi cama,
y me quedé reflexionando mirando al techo:
Da igual lo gris que esté el cielo, siempre habrá unos ojos dispuestos
a colorearte las paredes de tu celda, para que te acuestes con una sonrisa.

Ella para mí, es una seguidora de twitter, yo, para ella, exactamente lo mísmo, y ni de lejos intento que eso cambie, pero no podía no darle las gracias por esos tres segundos que estuve sonriendo.

Hoy, ya son en vano, porque mi celda vuelve a ser gris, y por si fuera poco, ni puedo tocar la guitarra.

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